La edad de la ciruela

Arístides Vargas propone una poética del deterioro.

El tiempo y la memoria, las imágenes difusas de un pasado que no se resigna a morir, un pasado que continuará vivo mientras tengamos memoria de él, un pasado que se conforma cada día con los girones de recuerdos que nos van quedando, de un tiempo con olor a vino de ciruela y ratas grises escondidas en los recovecos más ocultos de nuestra mente.

Celina y Eleonora, hermanas en la vida y en los recuerdos, harán que como fantasmas de un ayer, ellas mismas niñas y las otras siete mujeres que habitaban esa vieja casona privada de hombres, vuelvan a asomarse a un presente constante e inmutable en donde el tiempo, al menos momentaneamente, ha sido derrotado.

"La Edad de la Ciruela" con sus dolores y alegrías, con sus esperanzas y frustraciones, nos cuenta de un tiempo que fue, de un tiempo muy parecido a otros tiempos que nos pertencen y que están guardados en la memoria de todos nosotros.

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